"Los determinantes sociales se entienden como las condiciones sociales en las que las personas viven y trabajan y que impactan sobre su salud, es decir; son las características sociales en las cuales la vida se desarrolla". Algunos de los determinantes sociales que sin duda inciden en el aumento del consumo de alcohol y tabaco son los siguientes:
1. Sentirse nervioso o deprimido: se sabe que las
personas deprimidas son más susceptibles a fumar que la población en general,
diversas investigaciones han establecido que las personas con depresión muchas
veces fuman y consumen alcohol en forma excesiva a manera de automedicación
contra los síntomas de este padecimiento. En la actualidad es frecuente que los individuos que se encuentran tristes,
desanimados, nerviosos o habitualmente preocupados tiendan a recurrir al uso de
bebidas alcohólicas y de tabaco o cigarros como un modo de “desahogo”,
para tratar de bloquear estos sentimientos o escapar de sus problemas durante
un determinado período de tiempo (un par de horas, o incluso más).
2. Influencias sociales (medios de comunicación,
disponibilidad del mercado y presión social): la sociedad se encuentra en un ambiente definido y con una cultura
propia que influyen en nuestro modo de percibir los estímulos del entorno. Así,
los factores socioculturales funcionan como filtro, ya que los fenómenos que lo
sustentan se convierten en tradición, el cual definirá la personalidad de cada
integrante. El uso y abuso de alcohol y tabaco está permitido en la sociedad
debido a que las personas han adoptado su consumo como parte de un acto social,
donde el uso de estas sustancias es considerado como una forma de aceptación. La
publicidad es la primera medida para ampliar el mercado y por ende, el mejor
inductor al tabaquismo y alcoholismo; ya que ésta suele prometer el lujo, la
excitación, el éxito social a clientes habituales y futuros, siendo esta última
la juventud, y por ello constituyen el principal objeto de la publicidad.
3. Género, edad, condiciones
sociales y nivel educativo: el uso de tabaco y alcohol ha sido y es una práctica fuertemente
condicionada por el género. Tanto la historia como la antropología muestran
cómo mujeres y hombres se han relacionado con esta sustancia, en sus distintas
modalidades de ingestión corporal, de forma muy diferente y ligada a la
desigual distribución de recursos y del poder entre los sexos. Aunque si bien
las estadísticas indican un mayor número de hombres alcohólicos y fumadores, en
los últimos años se ha observado un aumento significativo de mujeres con dichos
problemas. Esto podría deberse a la actual tendencia a igualar el roll femenino
con el masculino en el ámbito social. Por otro lado, tomar y fumar suele verse
como un rito de iniciación a la adultez y mientras más joven una persona
comienza a consumir tabaco o ingerir alcohol, más propensa es a que lo consuma
en su edad adulta. Además, las personas
sin hogar y los pacientes con enfermedades psiquiátricas son poblaciones
con tasas de tabaquismo y alcohol extraordinariamente altas ya que
constituyen un grupo único por su especial y simultanea vulnerabilidad desde el
punto de vista económico, psicológico, social y fisiológico.
4. Tener padres o amigos íntimos
que fuman o beben bebidas alcohólicas: diversos estudios reflejan que entre los
factores de riesgo que han demostrado fuertes relaciones con el comportamiento
tabáquico y alcohólico se encuentran la presencia de amigos fumadores y/o
consumidores de alcohol (se ha demostrado que el 90% de los jóvenes que fuman
tienen amigos fumadores) y la permisividad del consumo en el hogar por padres
que tienen dichos hábitos. Se ha visto con frecuencia que estos malos hábitos
son considerados como una iniciación a la edad adulta, imitando frecuentemente
a los padres, querer parecerse a ellos, y también un mal necesario para “poder
ser aceptado” por un grupo de amigos. Muchos tienen la falsa creencia que es
una manera de demostrar que la niñez ha quedado atrás.
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